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Hans-Gert Pöttering, Presidente del Parlamento Europeo – Nacido en Bersenbrueck (Alemania)

12/10/07

Hans-Gert Pöttering, Presidente del Parlamento Europeo: el proyecto histórico de la Unión Europea sólo está garantizado si existe contacto, diálogo e intercambio de ideas entre los ciudadanos de la UE, sus instituciones y sus socios del exterior.

“Donde no hay gobierno, el pueblo se extravía”, parafraseaba Jean Monnet en septiembre de 1939. Pero la prioridad de la Unión Europea de hoy, que cuenta con 27 Estados miembros, debe centrarse en aprender los unos de los otros. En la Europa reunificada, la comunicación y la difusión de ideas serán la clave de nuestro éxito como europeos de aquí a 2050, tanto a través de los contactos entre jóvenes (encuentros universitarios, viajes, reuniones espirituales y ecuménicas y festivales artísticos) comoentre las ciudades y regionesmediante hermanamientos, proyectos comunes e intercambios de la sociedad civil. Tenemos que conseguir conocernos mejor entre nosotros para aceptarnos, enriquecernos por nuestras propias diferencias y construir juntos el futuro. Pero al mismo tiempo, tenemos la necesidad de asumir nuestra esencia inmutable,un concepto del ser humano independiente, libre por principio, con iguales derechos y deberes desde su nacimiento, actuar para el bien común y venerar al mismo tiempo los valores profundamente arraigados de nuestra herencia judeocristiana.

Equilibrio de ciencia y humanismo

En las próximas décadas, los europeos deberán decidir su postura ante las consecuencias de los rápidos avances de la investigación básica en biología y ciencias de la vida. Tendremos que enfrentarnos al dilema ético de favorecer el avance de la medicina y el alivio del sufrimiento humano y, al mismo tiempo, establecer límites que definan lo que es humano. Estas decisiones sólo pueden tomarse democráticamente, pero hay que contar con el saber de las autoridades espirituales en quienes los pueblos de Europa ven representadas sus creencias. La Carta de los Derechos Fundamentales, contenida en la Parte II del Tratado de la Unión Europea, debe ampliarse e integrar nuestros principios éticos y los futuros avances de la biotecnología.

La ciencia y la tecnología han presidido el desarrollo de las sociedades occidentales y su poder económico y estratégico en los siglos XIX y XX. El siglo XXI extenderá los beneficios de la investigación y las tecnologías innovadoras a los otros continentes, especialmente al asiático, tan poblado y dinámico. Europa no puede quedarse de brazos cruzados en esta frenética carrera por la productividad, la competitividad y el aumento de los niveles de bienestar. Por todo ello, mi visión de Europa en 2050 se basa en dos necesidades:

En primer lugar, influir en el mundo para que la explotación indiscriminada de las riquezas no destruya los recursos naturales, el medio ambiente y la biodiversidad. Los niveles cada vez mayores de consumo de materias primas y combustibles son alarmantes, y pueden provocar guerras de precios y, posteriormente, incluso conflictos armados. La escasez natural de un recurso inestimable como es el agua puede ser también cada vez más grave debido al cambio climático y el crecimiento de la población, y dar lugar asimismo a nuevos conflictos nacionales e internacionales.Nuestra voluntad pacificadora estará ante un reto sin precedentes.

La supervivencia de la humanidad estará indisolublemente vinculada a nuestra propia supervivencia como viejas poblaciones de este pequeño “promontorio de Eurasia” que es Europa. Si Europa no habla con una sola voz en los foros internacionales, tendrá parte de culpa de que el mundo derive hacia luchas de poder y situaciones anárquicas destructivas. Europa puede necesitar ejercer su capacidad para consolidar formas de gobierno mundial o fomentar su creación, y garantizar así que los recursos del planeta se gestionen correctamente para las generaciones futuras. Esto implica la creación de una autoridad política europea que posea una legitimidad plena y emanada del pueblo, actúe en nombre de éste y se fundamente en nuestros valores comunes. En algún momento designaremos un Presidente de la Unión Europea que tenga la autoridad y el mandato de la UE de dialogar en igualdad de condiciones con los Presidentes de Estados Unidos y de China.

En segundo lugar, aumentar significativamente los recursos humanos y financieros que Europa dedica a la ciencia y la investigación para mantener su competitividad en el mundo. La Unión Europea necesita tener a corto plazo una capacidad de investigación y desarrollo en nuevas tecnologías por lo menos equivalente a la de Estados Unidos. Debe destinar una parte cada vez mayor del presupuesto a esas tecnologías, arropadas por un intercambio intelectual intensificado y la conjunción de la capacidad investigadora.

El problema de las fronteras exteriores de la UE, su capacidad de seguir ampliándose y la viabilidad de una Unión Europea de más de 30 miembros forman otro bloque de asuntos que deben abordarse conjuntamente. Los países balcánicos se irán adaptando poco a poco a las estructuras europeas, con el objetivo de integrarse a largo plazo en la UE. Otros países del este europeo, como Ucrania, tendrán que empezar por decidir por sí mismos si quieren crear las condiciones necesarias para unas relaciones más estrechas con la UE o, en definitiva, para su adhesión. La Unión debe apuntar a una relación especial, estable y estructurada, con Rusia:las bases de la estabilidad y la seguridad del continente europeo en el siglo XXI reposan en la Unión Europea y Rusia y en las buenas relaciones entre ambos.

Evitar la dispersión cultural excesiva

En los próximos años, la Unión tendrá la oportunidad de tomar una decisión importante: ¿quiere ser algo más que una unión económica y una unión ampliada nada más que por razones de seguridad, o quiere ser una unión política con su propia constitución?

Si es esto último lo que queremos (y lo apoyo plenamente), debemos tenerlo bien claro al plantearnos nuevas ampliaciones. Por ejemplo, si Turquía ingresara en la UE, el carácter de la Unión cambiaría radicalmente. Mucha gente, y yo mismo, creemos que la Unión no tardaría en sobrecargarse geográfica, política, cultural y económicamente. La adhesión de Turquía llevaría al exceso de dispersión cultural de la Unión, comprometiendo la capacidad de cohesión que da a los europeos su fuerza y su identidad.

Una estrategia para la región mediterránea

Dos retos esenciales, el terrorismo y la inmigración, exigen un nuevo planteamiento de las relaciones con nuestros vecinos de la cuenca mediterránea, a los cuales nos vinculan la historia, el comercio y las migraciones. El proceso de Barcelona, un proyecto completo de cooperación en pie de igualdad entre la UE y los Estados del Sur y el Este mediterráneo, adquirirá importancia siempre que deseemos asegurar la paz, la estabilidad y la prosperidad en la región. Para ello es indispensable reducir la pobreza creando una zona de prosperidad común, valores compartidos, mayor integración económica y relaciones políticas y culturales más estrechas.

El diálogo político Euromed, que apunta a una mejor comprensión entre las culturas, puede ayudar a eliminar la fuente de que se nutre el terrorismo. El diálogo con el islam tiene una importancia vital. Los pueblos y culturas de la zona mediterránea están imbuidos del islam. Mediante una política de comprensión mutua, debemos intentar evitar un choque de civilizaciones en ambas orillas del mar.

Si la Unión Europea aborda atinadamente estos problemas, puede restablecer la confianza entre la opinión pública, la ciudadanía y las fuerzas vivas, por una parte, y las instituciones y formaciones políticas de la UE por otra. Sólo con el diálogo y la comprensión aseguraremos la unión de nuestro continente europeo.

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