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Europa: ¿una comunidad cultural?

Europa: ¿una comunidad cultural?
Gottfried Wagner, Director de la Fundación Europea de la Cultura – Nacido en Kitzbühl, Austria

26/10/07

Según Gottfried Wagner, Director de la Fundación Europea de la Cultura, la manera de evitar un choque de civilizaciones es sumergir a la sociedad civil en el desarrollo de la política cultural. Los beneficios se notarán en la mejora del diálogo intercultural y el disfrute de las riquezas de nuestro propio sustrato.

Las primeras décadas del proyecto europeo enlazaron Estados y economías nacionales, y la interdependencia resultante trajo la paz. Con solidaridad y con interés mutuo hemos compartido prosperidad. En las próximas décadas se verá si la UE es artífice de la globalización o un buque a merced de sus olas.

Esas olas sacudieron ya en otros tiempos al viejo continente. ¿Y qué sacó en claro? Colonialismo, pero también Ilustración. El concepto de Estado nación, pero también dos guerras mundiales. Capitalismo y socialismo. Y mucha historia, quizá demasiada.

Siglos de ensayos y errores culturales, de glorias y desastres, han desembocado en el sistema político pragmático de controles y balances que hoy llamamos UE. Esta Europa es un éxito gracias a una cesión sin precedentes y voluntaria de poderes a una estructura común supranacional (con todo el respeto a la subsidiariedad, por supuesto).

Pero esas estructuras comunes supranacionales no son precisamente atractivas para el ciudadano de a pie, que las percibe como burocráticas, lentas y caras. Y con el Non y el Nee a la Constitución de la UE, este experimento cultural de alta velocidad de “organización de la diferencia” parece haber encallado, por lo menos temporalmente.

Aun así, vista desde fuera, esta misma Europa ejerce una fascinación magnética, tentadora, con muchos alicientes. Es modelo de actuación, aparece como garante de la calidad de vida. Pero sabemos que tenemos un problema.

Fuerza sin imperio

Es evidente que necesitamos una Europa eficaz. Y, por supuesto, los ciudadanos de Europa deben participar más en el proyecto europeo. Pero el reto principal es cultural. ¿Qué Europa queremos, y en qué mundo?

Sin llegar a ser un imperio, Europa tiene que ser fuerte y legítima a los ojos de sus propios ciudadanos. Su fortaleza debe basarse en normas comunes y apreciables, sobre todo en el ámbito de los derechos humanos. Necesita pragmatismo y un máximo de sofisticación, una cultura de la diferencia reconocida mutuamente, expresada en un lenguaje político convincente.

Europa es probablemente un ejemplo único de combinación de la libertad individual con la responsabilidad social del bien común. La expresión más noble de su esencia es el respeto por la cultura de la diversidad, la “asimilación” benévola de la diferencia.

Europa es un vector extraordinariamente importante de proyección de cultura. En la práctica esto significa la configuración de un espacio inapreciable para las artes, para el pensamiento y para traducir la libertad en expresiones concretas que puedan compartirse.

Nosotros y ellos

Indudablemente, las corrientes homogeneizadoras se han acrecentado en todo el mundo. Pero si ahondamos aunque sea un poco, no tardaremos en encontrar sorpresas. También es verdad que mucha gente considera actualmente amenazada la diversidad. No obstante, como antes, el paso sutil del “dentro” al “fuera” aún consigue milagros de efectos enriquecedores. El patrimonio del futuro será lo que construyamos tanto “nosotros” (que un día fuimos “ellos”) como “ellos” (que un día serán “nosotros”).

En definitiva, la calidad de la diversidad es lo que da la diferencia. En los próximos años, que se auguran brillantes, la base de nuestra unión debe ser una convicción firme y resuelta de que compartir asegura la individualidad.

Empleo, crecimiento, competitividad, seguridad: todo es vital, sí, pero ya existía con los imperios. Tenemos que reinventar continuamente políticas democráticas en una Europa compleja que se está ensanchando y en un contexto mundial complejo y cuyos horizontes son cada vez más cercanos. Debemos reinterpretar la noción de fronteras en un mundo en que éstas desaparecen. Europa será fuerte cuando pueda contribuir a la construcción de un orden mundial cosmopolita y pacífico.

Con esta base, la Fundación Europea de la Cultura (FEC), junto con los interlocutores internacionales, creó en 2006 un fondo de incentivo para proyectos de cooperación cultural con el sureste europeo. El fondo se destina especialmente a la cooperación artística transfronteriza en la conflictiva región de la antigua Yugoslavia.

Hacia lo desconocido

Este nuevo panorama requiere políticas culturales y marcos para mantener y estimular la “ciudadanía múltiple”, superando lo conocido (los Estados nación) para llegar a lo aún desconocido (la aldea global). Dicho de otro modo, políticas a favor de compartir culturas y de la cooperación transcultural, de una mezcla inteligente de lo privado y lo público, de una competitividad creativa y una libertad de expresión absoluta, de la movilidad creativa, el encuentro y la participación.

Probablemente tendrá que pasar otra generación. Necesitamos garantizar nuevos recursos, incluidos los financieros, y encontrar instrumentos más flexibles. De unos modelos nuevos de interacción entre los ámbitos local, nacional y europeo y entre los sectores público, privado y otros puede surgir una nueva comprensión del poder de la cultura.

En mi opinión, una política cultural exhaustiva para Europa debe actuar en los siguientes ámbitos:

  • Integración y diversidad. Para que arraigue el concepto de ciudadanía europea, la UE debe profundizar en la cooperación cultural europea y desarrollar políticas que fomenten los valores de la diversidad y la cohesión.
  • Cultura y economía. Para incrementar el acceso y la participación y proteger la propiedad intelectual, la UE necesita un equilibrio adecuado y un marco de cooperación entre los sectores privado y público en lo que respecta a la producción, la difusión y el consumo culturales. Podemos aumentar nuestra competitividad sin reducir por ello el arte y la cultura a simples herramientas.
  • Patrimonio transnacional de Europa. De la misma manera que protegemos nuestros patrimonios locales y nacionales, debemos valorar el patrimonio transnacional y transcultural de Europa y sentar las bases del patrimonio transcultural del futuro, enriqueciéndolo constantemente con las formas contemporáneas de creatividad. Esta comprensión ampliada del patrimonio europeo ayudará a la causa de una identidad y una ciudadanía europeas múltiples.
  • Educación cultural y lenguas. Necesitamos aprender las lenguas de los demás. Son la materia prima de nuestra diversidad y los cimientos de nuestro crecimiento social y cultural.
  • Cooperación fuera de la UE. Europa es más que la UE. La cooperación cultural con quienes están esperando ingresar en la UE y con nuestros vecinos debe ser una prioridad estratégica de la política cultural europea.
  • La cultura en la política exterior de la UE. Las políticas de cohesión y diversidad son la base del diálogo intercultural. La ayuda al desarrollo, la gestión de conflictos, la diplomacia pública y la política democrática trascienden ya el ámbito nacional. Cualquier política exterior de la UE tiene necesariamente una dimensión cultural. Aprovechemos esta virtud y saquémosle partido.
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