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¡Celebremos Europa! - 50º aniversario del Tratado de RomaSaltar la barra de selección de idioma (atajo de teclado=2) 01/02/2008
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Es hora de actuar todos a una

Es hora de actuar todos a una
Emma Bonino, Ministra de Política Europea y Comercio Internacional de Italia. Nacida en Bra (Italia)

09/11/07

Emma Bonino, Ministra de Política Europea y Comercio Internacional de Italia: para actuar eficazmente en la escena mundial, Europa debe ganar en profundidad política en casa y agudizar su capacidad en política exterior

El proceso de integración europea ha sido fundamentalmente introspectivo. La paz debía asegurarse dentro de Europa. Se podía llegar a la prosperidad económica con el establecimiento progresivo del mercado interior, es decir, no hacía falta prestar demasiada atención a lo que pasaba fuera. Las mejores condiciones de vida trajeron consigo, básicamente, el desarrollo de los derechos civiles y sociales.

No obstante, en el mundo de hoy, mucho más globalizado, la integración europea no puede ya prescindir de una visión bien asentada del exterior. La seguridad europea, versión moderna de la paz europea, requiere que los europeos intervengamos en las zonas de conflicto potencial para reducir la inestabilidad en la escena mundial. Asimismo, difícilmente podemos mantener la prosperidad económica si nos inhibimos ante problemas mundiales como el comercio internacional desleal, la emigración o las amenazas al medio ambiente. La buena calidad de vida depende hoy, mucho más que antes, del mantenimiento y la reforma del llamado “modelo social europeo”, que debe adaptarse a la globalización y, por ende, incidir en una serie de cuestiones que van desde la capacidad de nuestras universidades para atraer a los mejores investigadores mundiales hasta la necesidad de garantizar la competitividad de nuestras empresas en el exterior y crear más y mejor empleo en el interior.

Aún estamos buscando una sola voz europea

La Europa que necesitamos es una unión más fuerte, más visible y capaz de llegar a ser un verdadero agente del cambio y la estabilidad a escala mundial. Para lograr esa Europa tenemos que avanzar en la ampliación a Turquía y los Balcanes Occidentales y completar el proceso de reunificación. Pero al mismo tiempo, necesitamos que Europa hable con una sola voz. Dicho de otro modo, es hora de que tengamos políticos europeos que hablen para Europa, frente a los líderes nacionales que hablan simplemente en nombre de Europa. Nos falta aún mucho para llegar a eso, y lo que falta es algo más que el actual callejón sin salida del Tratado constitucional.

A corto plazo, iríamos avanzando ya si tuviéramos un Ministro de Asuntos Exteriores europeo, un Presidente permanente y una verdadera diplomacia de la UE. Pero esos avances no deben ser objetivos por sí mismos, sino sólo etapas hacia una UE más fuerte. Creo que lo mismo podemos decir del Tratado constitucional en su conjunto.

Profundización política

Para que la UE hable con una sola voz y actúe dentro y fuera de Europa, la integración europea tendrá que ir más allá de la reforma institucional. Lo que necesitamos es una comunidad auténticamente política, basada en un compromiso compartido y renovado de crecer y prosperar juntos. La comunidad política es necesaria porque necesitamos un Gobierno europeo legítimo y multinacional si queremos tener un Ministro de Asuntos Exteriores europeo con plenas competencias o un Presidente de la UE que sea algo más que un negociador o un moderador. Necesitamos un Gobierno de la UE que sea directamente responsable ante los ciudadanos europeos, no sólo ante los ciudadanos de los Estados miembros, y esa diferencia no es puramente semántica.

Con el tiempo, la gobernanza de la UE ha desarrollado un sistema de controles y equilibrios en el que participan los principales interesados. Pero con este sistema los ciudadanos de la UE no pueden entender qué es lo que hace cada cual y quién es responsable en definitiva de los resultados políticos. A largo plazo, Europa tendrá que cambiar su sistema de gobernanza y acercarse más al ciudadano, es decir, tendrá que asumir una parte de las características de las grandes democracias nacionales que están ya bien asentadas en todo el mundo. Los ciudadanos de la UE tienen que poder elegir quién quieren que les gobierne colectivamente, como europeos y no sólo como nacionales de un Estado miembro.

Esto no se arregla de un día para otro – los mandatarios europeos parecen hoy día incapaces de acordar una posición común incluso en temas que no representan ninguna (r)evolución –, pero debemos avanzar.

Reforma institucional

Si entre nuestros objetivos para la UE queremos asegurar la paz, mantener la estabilidad, impulsar la prosperidad económica y conservar nuestro modo de vida durante los próximos 50 años, una condición básica es que la UE sea capaz de actuar como poder normativo y elemento de primer orden en la escena mundial. Ello requiere tanto un cambio institucional a corto plazo como, a medio o largo plazo, la formación de una auténtica comunidad política gobernada por unos dirigentes europeos legítimos y directamente responsables. El primero, sin la segunda, no sería realista. Pensar que una comunidad política de alcance comunitario puede surgir simplemente como resultado de unas reformas institucionales es poco realista. Tenemos que actuar simultáneamente en ambos frentes y hacerlo ya, porque, de otra manera, podemos pagar un precio extraordinariamente alto, incluso la desintegración europea. Ni quedarnos como estamos ni salir del estancamiento actual con un compromiso intergubernamental minimalista garantiza automáticamente que no vayamos a retroceder. ¿Qué significa entonces, en concreto, actuar ya?

Tengo dos propuestas específicas, una para cada uno de estos dos objetivos complementarios: las reformas institucionales a corto plazo y, a más largo plazo, el desarrollo de una comunidad social, cultural y política de ámbito comunitario. Y en primer lugar, deben adoptarse cuanto antes todas las disposiciones del Tratado constitucional que puedan aumentar la capacidad de la UE de actuar en la esfera internacional.

En particular, tengo in mente la creación de una auténtica diplomacia de la UE y de las figuras de Ministro de Asuntos Exteriores y de Presidente de la UE, pero también las demás medidas que pueden aumentar la capacidad de la Unión de defender sus intereses en el ámbito internacional. Un ejemplo obvio es la necesidad de dotar a Europa de una verdadera política energética común.

El segundo objetivo se refiere al futuro de Europa, y es una contribución al desarrollo del proyecto de la UE en las próximas décadas. Trasciende el debate constitucional actual y se presenta con el propósito de ayudar a formar la primera generación de ciudadanos verdaderamente “crecidos en Europa”, desarrollando un sentido de identidad y pertenencia a una comunidad paneuropea. Estoy pensando en el proyecto Erasmus, el programa de la UE gracias al cual, en los últimos 20 años, más de 1,2 millones de estudiantes europeos han podido cursar un periodo de estudios universitarios fuera de sus países de origen. Para todos estos jóvenes europeos, Erasmus ha sido una verdadera experiencia, que les ha dado una oportunidad de estar en otro país europeo, abrir sus mentes y desarrollar su sentido de pertenecer a una comunidad más amplia.

La forma más sólida de ciudadanía europea es la que se desarrolla gradualmente desde la base.

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