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Europa y el mundo en 2057

Europa y el mundo en 2057
Javier Solana, Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común. Nacido en Madrid (España).

07/12/07

Según Javier Solana, Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común, las presiones sobre el medio ambiente, las tendencias demográficas, las migraciones y la progresiva dilución del poder estatal exigen de Europa una actuación anticipadora para lograr un sistema normativo internacional.

Algunos creen que el capitalismo global dará lugar a un mundo cada vez más polarizado y que el crecimiento de las economías emergentes contiene más dosis de amenaza que de oportunidad. Para otros, el futuro está abocado a un choque de civilizaciones. No puedo compartir tales puntos de vista fatalistas y deterministas.

Cierto, la globalización no tiene vuelta atrás. Fenómeno hoy principalmente económico, pasará a incluir dimensiones de política, seguridad y cultura. Lo importante es saber cómo vamos a responder.

El centro de gravedad económico mundial se desplazará hacia las potencias emergentes, sobre todo las asiáticas. En 2057, el paisaje económico estará menos dominado por los actuales países del G7 y mucho más por las economías llamadas del E7, que comprenden la India, Indonesia, China, Brasil, Rusia, México y Turquía. Los cambios demográficos, los movimientos de poblaciones y las mayores presiones sobre el medio ambiente nos afectarán a todos.

Pero hay muchas variables que desconocemos. Por ejemplo, ¿será la India capaz de mantener su tasa de crecimiento frente a la creciente escasez energética? ¿Conseguirá China resolver sus graves problemas de contaminación y falta de agua, el rápido envejecimiento de su población y la creciente brecha entre ricos y pobres? El ritmo de integración de los países más pequeños y menos desarrollados en la economía mundial será otro factor muy importante.

Como físico que soy, siento un vivo interés por las posibilidades de las nuevas tecnologías. Si se cumplen las previsiones de la Organización Internacional de la Energía de Fusión ITER (IIFEO), a saber, que en 2016 existirá un reactor de fusión  en funcionamiento, será posible prevenir las posibles tensiones geopolíticas derivadas de la competencia por hacerse con las fuentes de energía. En caso de tener éxito, el ITER también ayudaría a hacer frente a otros problemas como la escasez de agua y el cambio climático. Por otra parte, si se materializan algunos de los progresos esperados en las tecnologías de las pilas de combustible, las nanotecnologías y las biotecnologías, habremos de cambiar nuestras premisas sobre el tipo de futuro que nos espera. Estas tecnologías ofrecen oportunidades inmensas para vivir una vida más larga, más sana y mejor. Pero, sobre todo la biotecnología, también plantean dilemas morales muy difíciles.

Revisar nuestras premisas

Desde el punto de vista político, el mundo de 2057será diferente, y nuestro concepto de gobernanza deberá cambiar en consecuencia. Las fronteras seguirán existiendo, pero tendrán un significado diferente. Ahora mismo es ya enorme la cantidad de mercancías, personas e ideas que cruzan fronteras, y su número no dejará de aumentar. Ahora mismo está ya cambiando nuestra idea de "soberanía", sobre todo en Europa. Ambas tendencias van a continuar inexorablemente, y a partir de cierto punto sus consecuencias políticas habrán de gestionarse de manera muy diferente.

Necesitaremos una mayor capacidad para trabajar a diferentes niveles de gobernanza (local, nacional, europea y mundial) y con diferentes constelaciones de agentes (públicos y privados). Las organizaciones regionales, como la UE, cobrarán un protagonismo aún mayor que hoy. Con el desplazamiento de los centros de poder, que de los gobiernos pasarán a los mercados, a las personas y a las organizaciones no gubernamentales, solucionar los problemas planteados por la globalización exigirá la movilización de nuevas redes de personas. Las distintas coaliciones que ya se han formado en asuntos como el cambio climático, la condonación de la deuda o los diamantes conflictivos son un anticipo de lo que está por venir.

En un mundo globalizado también cambiará el papel de la cultura y de la religión. Los mayores contactos entre poblaciones, ya sea físicamente o mediante las tecnologías de comunicación, acercan a gentes que de otro modo nunca se habrían encontrado, y enriquecen sus vidas. Pero también pueden crear tensiones y conflictos, como ha ilustrado la "crisis de las caricaturas danesas". El reto consistirá en conservar nuestras libertades fundamentales sin dejar de lado la tolerancia y el respeto hacia las personas con creencias y sistemas de valores diferentes. La progresiva redistribución del poder económico y político pondrá en entredicho aquello que algunos llaman valores "occidentales". Las crecientes migraciones por motivos económicos, políticos e incluso medioambientales pondrán a prueba nuestra capacidad de definirnos y nuestra voluntad de mantenernos abiertos al mundo.

¿Cómo podemos configurar el mundo de 2057?

Globalización de rostro menos occidental, emergencia de nuevas potencias, nuevas formas de gobernanza y de política identitaria: son tendencias que se perciben en este momento y que probablemente van a continuar. En muchos aspectos, el futuro será más exigente con los europeos: seremos (relativamente) menos numerosos y los viejos modos de funcionamiento ya no servirán. Pero el futuro no es algo predestinado sino que refleja las opciones tomadas por la gente, incluidos nosotros. ¿Qué hacer, pues?

En primer lugar, debemos tener claro que quedarse al margen no es una opción válida. Significaría vivir en un mundo configurado por y para otros. Segundo, si actuamos cada uno por nuestra cuenta, tenemos muy poco peso. Máxime cuando está disminuyendo la proporción europea en la población mundial y en el PNB y nos movemos hacia un sistema continental. Tercero, si los europeos queremos tener peso en el mundo no basta con hablar de una sola voz sino que también debemos actuar de manera colectiva. Cuanto más unidos actuemos, mayores serán nuestra eficacia y nuestra capacidad de atracción - aquí y para nuestros socios en el resto del mundo. Si ahora pensamos sobre todo en los Estados Unidos, en el futuro habremos de pensar también en China, la India, la Unión Africana y las naciones de Asia sudoriental.

Una de las grandes tareas de Europa, acaso la más importante, consistirá en mantener y desarrollar un sistema normativo internacional capaz de regular los problemas planteados por una globalización intensa. Para que la cooperación internacional funcione y dure no basta con buena voluntad y buenas intenciones; también se necesitan instituciones. Entre los principales protagonistas de la escena mundial somos probablemente aquellos que más perentoriamente reclamamos la existencia de normas justas, aplicadas de manera justa por instituciones fuertes.

El mundo de 2057 será un lugar más complejo. Albergará un mayor potencial de conflictos de intereses y valores. Para paliarlos harán falta normas e instituciones innovadoras, pero sólidas. Nuestras estructuras de seguridad deberán adaptarse a las nuevas amenazas, muchas de las cuales emanarán de agentes no estatales. También necesitaremos un régimen que reúna a los agentes de los sectores público y privado para afrontar una nueva generación de problemas medioambientales.

Primacía del Derecho

Por encima de todo, los europeos debemos alzar la voz para defender la idea de que las relaciones entre los Estados y las personas deben regirse por el Derecho. La guerra de "todos contra todos" que antaño gobernó las políticas nacionales seguirá existiendo en muchas partes de la arena internacional. Pero del mismo modo que el Derecho ha permitido domar la violencia en nuestros países, y ahora también en la región de la UE, podrá hacerlo a escala internacional.

Claro que será difícil. Este es un mundo cada vez más multipolar donde se impugnan nuestros supuestos sobre las normas e instituciones, y también los valores que les subyacen. Aun así, tenemos de nuestro lado la experiencia y la solidez de nuestros argumentos. Y quienquiera que no lo intente, o no persevere, nunca saldrá con éxito.

Es extraordinario ver hasta qué punto se ha hecho realidad la visión de Monnet, Schuman y otros. Nada es perfecto, pero nunca Europa ha gozado de tanta prosperidad, seguridad y libertad. Sabemos que es posible transformar las relaciones entre Estados y cambiar las vidas de millones de ciudadanos. Es algo que debe seguir siendo una fuente de inspiración enorme para todos nosotros.

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