La Declaración de Berlín, adoptada el 25 de marzo, reafirma los valores comunes del respeto al ser humano, la tolerancia, la solidaridad y la igualdad de oportunidades, y reconoce asimismo la importancia del mercado común y del euro a la hora de establecer relaciones económicas y mantener la competitividad en el contexto de la globalización.
El modelo europeo –afirma– aúna el éxito económico y la responsabilidad social. La estabilidad y el crecimiento económico que disfrutan ahora los ciudadanos de la UE contrastan con las guerras y las desavenencias de los tiempos pretéritos.
José Manuel Barroso, Presidente de la Comisión, ponderó los logros de la UE en los últimos 50 años: “Una paz, una libertad y una prosperidad que no imaginaban siquiera los más optimistas de los padres fundadores de Europa”.
Pero no debemos quedarnos ahí. La Unión debe avanzar con los tiempos y actualizar constantemente el modelo político de Europa. “Parar es retroceder”, dijo la Canciller Angela Merkel.
Respecto al espinoso problema de la Constitución europea, la Declaración es prudente: “Henos aquí unidos en el empeño de dotar a la Unión Europea de fundamentos comunes renovados de aquí a las elecciones al Parlamento Europeo de 2009”.
Como subrayó también Angela Merkel, “si unimos nuestras fuerzas, los europeos podremos superar los grandes retos que nos esperan y aguardar con confianza los futuros aniversarios”.